El reencuentro (Semblanza de Pilar Gálvez II), por Kurt Schleicher.
Hace ya más de un año escribí una
semblanza de nuestra profesora de Química de 5ºA, Pilar Gálvez. La verdad es
que más que una semblanza era una carta (a modo de los mensajes que se tiran al
mar en una botella con la vaga esperanza que algún día sean leídas por el
destinatario), pues no tenía absolutamente ninguna información de ella al cabo
de los años, ni siquiera si estaba viva; solamente mis recuerdos de ella, eso
sí, muy vívidos.
Y ahora, gracias a los buenos “oficios” de
nuestro “Harper” habitual –Paco Acosta- encontrando las coordenadas de nuestra
profesora, puedo escribir la semblanza de verdad.
Paco, ni corto ni perezoso, la llamó por teléfono y la primera sorpresa
que se llevó fue de encontrar a Pilar a la primera y con una voz tan juvenil
que parecía mentira que fuese ella. Pero sí, lo era; nuestra primera intención
fue llevarla a una cafetería, pero ella fue tan gentil que si no éramos muchos,
como era el caso, nos invitaba a un café en su casa, y que le hacía muchísima
ilusión que la visitásemos.
Pues allá que fuimos Vicente, Paco Harper, Manolo y yo… y al menos éste
que suscribe con algunos latidos más acelerados de lo normal en el corazón.
Aparte de bombones, un CD de música romántica y un libro recuerdo del escritor
–Ildefonso- de nuestra promoción (el de Álava), yo le compré según me dirigía a
su casa un bonito y perfumado ramo de rosas rojas. No todos los días se tiene
la ocasión de regalar a una querida dama algo que exprese sentimientos
profundos. Y más latidos de corazón…
Y allí estaba ella, conservando ése porte y figura que siempre la había
caracterizado pese a haber pasado nada menos que 52 años. Es evidente que la
edad no perdona, pero con Pilar ha sido magnánima; sus famosas, bellas y bien
torneadas piernas ahí seguían y su rostro, aún surcado por alguna arruguilla
más, era tal como lo recordaba, aunque me parece que su gesto era más risueño
que el adusto que nos solía poner en nuestra clase como medida de protección
contra la panda de quinceañeros salvajes que tenía enfrente. Ahora tenía cerca
a cuatro sesentones menos peligrosos y con menos espolones que por aquellos
efervescentes años. ¡Si es que Pilar nos dio clase con 22 añitos y no es de
extrañar que nos tuviese algo de miedo! Nos confesó que para ella fue muy
importante que la clase tuviese una tarima, pues al situarse algo más elevada
que nosotros, se sentía un poco más tranquila.
Hablamos en el salón de su casa de muchas cosas, de la educación de ayer
y la de hoy, de Vicente y el Estudiantes, del Ramiro, de otros profesores que
ella había conocido, tomándonos relajadamente unos gin-tonics y algunas
tapillas que nos había preparado, servidos por su hija pequeña, Lucía, la mar
de simpática y guapa, que nos recordaba a su madre en aquellos tiempos.
Hasta que mencionamos el blog, que obviamente no conocía, pues no sabía
de su existencia ni de que hubiese una semblanza suya. Lucía se trajo su
ordenador portátil y como autor me tocó el papelón de leer allí mismo lo que
había escrito hace un año, declaración incluída. Me armé de valor –bueno, ya
venía mentalmente preparado- y me puse a la lectura de mi carta-mensaje-en-botella- del año pasado, con un leve temor dado el
contenido, un tanto sentimental, romántico y personal. La verdad es que me
parece que se emocionó al enterarse de mis escondidos sentimientos quinceañeros
hacia ella, y su hija Lucía al otro lado diciendo algo así como “Mamá, qué envidia, ya quisiera yo algo
así…” y Pilar, tratando de disimular la emoción, se le ocurre decir “…y lo
que voy a presumir ahora con mis amigas cuando lean esto”…
Total, que con fino y buen sentido del humor parece ser que le gustó
mucho… uuuf, ¡menos mal! Y encima, en dos ocasiones durante la lectura, me
soltó dos cariñosos besos (es decir, 2x2=4), cosa que me fue animando,
naturalmente. También es cierto que en los 60 era algo tímido y nunca dejé
entrever mis sentimientos, pero al cabo de todos estos años ya no me queda nada
de aquella timidez … y si encima me van dando besos por el camino, pues ya no
hay quien me pare… (¡!)
Aprovechando la coyuntura, le preguntamos también por su vida y tomé
algunas notas en mi libreta de entrevistas, que ya me había llevado
precavidamente.
No voy a entrar en aspectos personales y me limito a decir que se casó
en la iglesia del Espíritu Santo del Ramiro más o menos cuando nosotros
estábamos en “Preu”, que es viuda desde hace ya varios años y que, por lo que
nos contaba, continúa llevando una vida muy activa, incluyendo clase de bailes de salón, interesarse por
todo, lectura y salir frecuentemente a respirar los aires del centro de Madrid,
donde se desenvuelve perfectamente.
Es leonesa, de León - León capital.
Al mismo tiempo, también nos comenta que la relación “profesor –alumno”sufría ya en los 80 una continuada degradación, probablemente influída por el entorno.
En 1962 entró como
profesora en el Ramiro con el apoyo de D. Tomás Alvira, a quien debió
impresionar su seriedad pese a su juventud y le otorgó su confianza para dar
clases de Química en el Ramiro. Pilar confiesa que se sentía muy a gusto allí
sin ninguna intención de marcharse (cosa que cumplió sobradamente, pues se
quedó bastantes años más, totalizando 19 años de clases en el Ramiro). Durante
esos años también se casó (por cierto, en nuestra Iglesia del Espíritu Santo) y
tuvo a sus primeros cuatro hijos muy seguidos, lo que le complicaba la vida al
tener que compaginar su labor de madre con la de profesora. Cuenta que siempre
rehuyó asistir a las excursiones, pues pese a que era una buena oportunidad
para sintonizar más con los alumnos, el hacerlo le coartaba el poder atender a
sus niños.
Hizo oposiciones en 1979-80 y sacó plaza
algo lejos de Madrid, en Sabadell, por lo que pasó un par de años aún más dificultosos
por logística, teniendo que tomar el puente aéreo con asiduidad. Esta situación
era evidentemente inestable y afortunadamente (y desafortunadamente para los
del Ramiro, pues ya lo dejó definitivamente) en el curso 1981-82 consiguió una
plaza en un colegio de Getafe, lo que le permitió estabilizar su vida a partir
de ese momento y poder dedicar también más tiempo a su familia.
Pero el colegio de Getafe no era lo mismo que el Ramiro; comenta Pilar
que lo echaba (o sea, que NOS echaba) muchísimo de menos. Sin ánimo de
ofender a los de Getafe, pero al parecer los chavales ya en los años 80 no era
lo mismo que los del Ramiro en los 60…
Preguntándola si tenía un recuerdo especial por alguna promoción, comenta que el Preu de 1975 fue extraordinario, sin menoscabo de nuestro 5ºA con el que se estrenó, pero que también le supuso un cierto reto, como hemos visto. Que tomen buena nota los de la Promoción del 75…
En el Ramiro, Pilar era “la señorita Gálvez”, a la que había que tener
respeto, cosa que años más tarde y en el otro colegio ya fue cambiando. En el
Ramiro nos daba clases de Química en 5º tomando como referencia el libro de
Mingarro y Aleixandre y la verdad es que aprendimos. Y encima había silencio
en su clase y no recuerdo –ni ella
tampoco- que hubiera habido nunca evento digno de mención en cuanto a falta de
respeto o similar. A todos los que estábamos allí nos puso buenas notas – a
destacar que Vicente es químico y su mujer también- por lo que la conversación
también tomó derroteros sobre la situación profesional de los químicos (bueno,
esto que lo cuente Vicente) …
Ah, por cierto, le comentamos la fama de su “seiscientos” con el que
venía a clase. Recordar que los primeros modelos del “600” -en los 60- tenían
la apertura de la puerta por delante; juntando este hecho con la también fama
de sus preciosas piernas, le comentamos a “sotto voce” que ya recordaría ella
el follón que se montaba en las cercanías de su lugar de aparcamiento,
arremolinándose jovenzuelos uno tras otro tras la primera esquina (lo que a más
de uno le costó el “sobre y carta” de D. Antonio), lugar que hoy se llama en su
honor “la cuesta de la srta. Gálvez”… Pilar, el escuchar esto, puso una cara
absolutamente creíble de sorpresa, pues no sabía nada de esos follones; que sí, que a lo mejor algún día
aislado había visto algo, pero lo que le contábamos la sorprendía. ¡Y su hija
Lucía, ya por los suelos muerta de risa!
También le comentamos nuestras intenciones en cuanto a la celebración
del 50º aniversario de nuestra promoción 64 para el año que viene por estas
fechas probablemente y que obviamente contábamos inexcusablemente con ella.
¡Cómo iba a faltar nuestra señorita Gálvez en el evento! Aceptó, naturalmente,
aunque avisando de los riesgos asociados a los achaques de su edad, a lo que
contestamos que con la pinta que tenía, no parecía probable que surgiesen
impedimentos graves.
Poco a poco y sin darnos cuenta, aquella emotiva tarde en su casa tocaba
a su fin, ¡Qué felices y contentos nos sentíamos todos! Nos teníamos que
marchar. Yo me quedé un poco rezagado (no tenía ninguna gana de marcharme) y
Pilar aprovechó para cogerme del brazo y decirme en voz baja con gesto pícaro
que ahora había entendido mejor lo de las rosas rojas, y que las pondría en un
jarrón con todo cariño. Y otros dos besos más (ya llevaba ocho).
Pilar Gálvez, ahí está, qué sentido del humor, qué agradable estar en su
compañía. Toda una señora y una estupenda profesora. Pilar, te queremos.
KS, Mayo 2013.
Enhorabuena a todos los que habeis formado parte de esta reunión¡¡¡¡
ResponderEliminarEn primer lugar a Paco Acosta nuestro investigador de cabecera, a Kurt, confeso enamorado de la "señorita Galvez, y a la legion de enamorados anonimos que eramos y seguimos siendo.
ENHORABUENA seguro que fue una tarde inolvidable
Suscribo la enhorabuena de Tinín, sobre todo, a Paco el investigador y a Kurt el enamorado. Yo, de Letras, no tuve ocasíón de aprender sus enseñanzas, pero, según se desprende de lo que acabo de leer, debe de ser una persona extraordinaria y, por supuesto, DEBE acudir a la celebración del próximo año. Será MUY BIEN recibida, como se merece.
ResponderEliminarRafael Gª-Fojeda.