Casi
un año he estado esperando, a que Jose Luis Cerdán, de una vez, se decidiera a
escribirle una semblanza a Julia López Gómez, nuestra profesora de Historia del Arte y de la Cultura en el
curso 62/63, en la clase 6ºA, una clase en la que nos mezclábamos (mitad y
mitad) los de ciencias y los de letras, cuando ya el bozo nos “empezaba a
oscurecer el labio”….. Pero entonces, zagalones al fin y al cabo, no la
llamábamos por su nombre completo, sino con el irrespetuoso “la Julia”.
Y
digo que he estado esperando a que José Luis se animase, porque en algún sitio
él ha escrito, que la Srta. Julia, era de
las mejores profesoras que recordaba….. Pero como no se lanza, lo hago yo,
para que él, astutamente, salte a mi cuello….. Todo porque lo que estoy
escribiendo, es posible que no le guste.
Yo
también tengo unos pocos recuerdos de Julia, y éstos no me llevan a decir que
fuera una excelente profesora de
Historia de Arte. Así escrito “a lo bestia” suena fatal…. Intentaré explicarme.
No es que piense que fuera mala profesora, sino que creo que la Historia del
Arte, no era lo suyo. Y a mi juicio (lo siento, esto es lo que se me quedó de
ella…) cuando nos daba clases, se le notaban sus “carencias”, o su “escasez de
entusiasmo por ese tema”. Lo suyo era la Geografía. Y como pertenecía al
seminario de Geografía e Historia, a cargo de Navarro Latorre (“el Topo”), es claro,
también le tocaba dar clase de historia, o de arte….
Puede
ser que me equivoque, pero intuyo que a Manolo Rincón, siempre tan comedido en
sus expresiones, le sucede tres cuartos de lo mismo que a mí. Y él, por todo
comentario dice de ella: “Era una
geógrafa”. Así de escueto y así de rotundo. Y no es que “eso” sea una
descalificación, es que, vuelvo a repetir: “lo suyo, lo que realmente le
gustaba, era la geografía”. ¿Que ella se sabía la asignatura de Historia del
Arte? ¡Naturalmente que debía saberla!, y hasta nos la explicaría
razonablemente bien…, pero le faltaba ese “algo”, que nosotros, los mayores del
Ramiro, tras haber visto en acción a muchos profesores, detectábamos a las
primeras de cambio. Y así nos atrevíamos a intentar “ponerle trampas”, a
presentarle “estampas” de monumentos arquitectónicos, o de esculturas, u otras
“obras de arte”, (no de aquellas que aparecen habitualmente en los libros de
texto), para que ella nos las “catalogase” según los distintos estilos y
épocas, y poder así situarlas adecuadamente en ese cuaderno de arte que
teníamos que ir “construyendo” a lo largo del curso. Pues bien, yo que estaba
sentado “junto a su mesa”, la oí contestar con muchísima frecuencia, “es de transición….”
Y
es que, entonces, yo ya iba encaminado hacia una carrera técnica, a una
ingeniería, sin más esperanzas de profundizar en este tema. Y, con la radicalidad
de la juventud, ese “ni chicha ni limoná”, no me dejaba satisfecho. Las cosas,
pensaba, “eran como eran”, “se conocían, o no se conocían”,…. y en caso de no
conocerse, pues se dice, se “lleva uno el trabajo a casa”, y cuando se ha
investigado lo suficiente, se le aclara el tema al “alumno preguntón”. Lo de “es de transición”, me sonaba a “larga
cambiada”, a “déjame tranquila”, que yo tengo que dar mi clase, y bastante
tengo con eso. Y casi seguro que cuando decía lo de “es de transición”, veía en
esa escultura o en ese monumento arquitectónico rasgos que denotaban que
efectivamente, “aquello” no tenía el estilo muy definido, o esa catedral o
iglesia que se le mostraba, había empezado a elevarse en una época y había sido
concluida muchos años después, o hasta es posible que hubiera sido remodelada posteriormente
para adaptarse a nuevas modas… Claro que explicar eso, explicarnos todo eso,
significaba salirse del guión, adelantar conceptos, “encandilar a los alumnos”
con esa sabiduría, que te da el dominar perfectamente el tema que tienes entre
manos….
Estaréis
diciendo ¡vaya palo que le está
dando Paco a “la Julia”!. Pues no es esa
mi intención. Considero que la Srta. Julia López Gómez, a pesar de todo lo
anterior, cumplió sus objetivos. Tengo que reconocer, y no me duelen prendas
por ello, que al menos a mí, me abrió los ojos a un tema apasionante. Sí, mi
ignorancia inicial no quedó “satisfecha” al finalizar el curso. Y creo que de
forma premeditada, ese “dejarlos con ganas de más” debería ser uno de los
principales objetivos que, para con sus alumnos, debe tener un buen profesor.
Durante el curso aprendí “lo necesario”, solo lo “estrictamente obligatorio”, …
y me quedé insatisfecho; pero ella lo valoró como Notable (7) ¡toma ya!.
Ella
nos hizo trabajar con regularidad (otra virtud de un buen profesor), y de su
asignatura conservo 3 cuadernos (desde la Prehistoria hasta Picasso), escritos
a mano, llenos de “estampas”, postales, recortes de periódicos y revistas, o en
último lugar dibujos aclaratorios (¡cuantas dificultades para representar la
bóveda sobre trompas!). Servían estos complementos para ilustrar el texto que
sobre cada tema teníamos que ir escribiendo a lo largo del curso…, que
fundamentalmente se nutría de los apuntes tomados en clase, y los esquemas que
nos ponía en la pizarra. Aquí os reproduzco la última página, del último
cuaderno, con el visto y su firma. Y su autógrafo, en bolígrafo rojo, lo puso
en la última página de los tres…. No he tenido el interés suficiente para
“repasar”, aunque fuera por encima, todas las páginas de los tres cuadernos, y
comprobar si “ella los había leído y corregido lo erróneo”. Sin embargo, creo que
si yo los leyera ahora, le sacaría todo el partido a este “mi libro personal de
historia del arte” auspiciado por nuestra profesora…, y ¡hasta es posible que
lo haga!
También
nos hacía leer libros, y hacer las fichas correspondientes, con la
particularidad de que cada uno podía leer el o los libros que quisiera, con tal
que tuvieran relación con el tema. Yo conservo ¡11 fichas!. Pero me parece que
hice trampas, pues no creo que me leyera completas las más de 1800 páginas. Lo
más probable es que algunos de esos libros únicamente los hojease, pero al
menos me tuve que obligar a hacerlo, y a rellenar la ficha.
Y
por último nos hacía “hacer trabajos” de varias páginas sobre un tema, con lo
que nos “inculcó” un cierto afán investigador. Hoy día es sencillo encontrar
abundante “información” sobre cualquier asunto sin necesidad de moverse uno de
casa. Pero entonces, sin “san google”, ¡era otra cosa! Te obligaba a ir a la
biblioteca, buscar documentación, tomar notas…. Nada de “cortar y pegar”. A lo
sumo “copiarlo a mano y escribirlo después a limpio”, con lo que, aunque solo
fuese por escribirlo dos veces, te aprendías el tema. Recuerdo aún, y con
agrado, el trabajo que hice sobre las pinturas de Goya en la Ermita de San
Antonio de La Florida, de Madrid, donde por cierto está enterrado el pintor.
Ahora cada vez que paso por allí, me acuerdo de la impresión que me causaron, y
lo que me gustaron la primera vez que las visité.
Después
de soportarnos a nosotros, su dedicación a la enseñanza en el Ramiro, no debió
extenderse mucho en el tiempo. Ya en 1968 aparece en el BOE como vocal del CSIC
en un tribunal de oposiciones. Y en 1969 fue admitida para opositar a la plaza
de profesor agregado de “Geografía general de España” en la Facultad de
Filosofía y Letras de Madrid.
Aparte
de esto, todo lo que sobre ella he podido encontrar está muy ligado a su
hermano Antonio, también geógrafo, asimismo, en su día (anterior a nuestro paso
por allí), profesor en el Ramiro, y al parecer muy conocido en su ambiente.
Junto
a él, y un grupo de jóvenes geógrafos, inició su andadura el Instituto de
Geografía J.S. Elcano dependiente del CSIC; junto con él publicó numerosos artículos de
índole científico, entre 1979 y 1989, año del fallecimiento de Julia. No
obstante su nombre continúa apareciendo, como coautora, en libros y artículos
hasta 1993. Por lo que he podido observar en los títulos, hay un par de temas
recurrentes: “Relaciones topográficas de Felipe II” y “el clima”….
Por
lo que se recoge en un boletín de la sociedad geográfica, al hablar de su
hermano y el mencionado Instituto, del que llegó a ser director, “contó con el apoyo su hermana Julia, tal vez
su primera discípula y entonces investigadora de dicho Instituto”.
Y
termino, casi por donde debía haber empezado, presentando algo de su infancia, que
he entresacado del libro “Historia, clima y paisaje: Estudios geográficos en
memoria del profesor Antonio López Gómez”, de: Vicenç M. Rosselló i Verger (Universitat
de València, 2004).
De
padre gallego, Julia fue la menor de 5 hermanos. Vivían en Madrid. La familia
López Gómez se sentía republicana, y durante la contienda civil, a Julia y a su
hermano Antonio, los llevaron a Alicante, donde Antonio estudió en el Instituto
y Julia aún era estudiante de primaria. Al finalizar la guerra civil, vuelven a
Madrid, donde tuvieron que convalidar los estudios de la “zona roja”. Y
Antonio, los terminó (1940/41) en el Instituto Ramiro de Maeztu….
Como
he citado antes, Antonio, fue nombrado profesor adjunto interino adscrito a la
cátedra de Geografía e Historia, del Ramiro de Maeztu, en 1951,… y estoy seguro
que él, una vez dentro, le abrió las puertas a su hermana menor, nacida mucho
después,….
A Julia López Gómez (aka 'La Gamba') la disfrutamos los apelotonados desdichados de 4ºF (el aula era minúscula, no tenía calefacción y al no haber estrado los de la primera fila no podíamos distraer nuestro aburrimiento secular con la ropa interior de las profesoras; de ahí nuestra esencia desgraciada). Doña Julia daba historia del arte. Gracias a ella desarrollé una intensa y muy sincera aversión por el arte en todas sus expresiones, y en particular por el griego. Tengo presente su exasperación por mi incapacidad de distinguir entre sí los órdenes dórico, jónico y corintio, y sobre todo un inexplicable pero explosivo cabreo que cerca estuvo de costarme un cero y un sobre y carta cuando, en mi despiste, inventé un orden nuevo por medio de juntar, en el encerado, el dórico y el jónico, dando así lugar al orden doricojónico (os garantizo mi total inocencia; por entonces aún no sabía inventar neologismos). Por lo demás acabé el curso con un 7, lo que dadas las circunstancias no estuvo mal del todo. Pese a todo conservo muy vívida la envidia que me daba verla sonreír de un modo inclasificable (para mi limitada perceptividad de por entonces) al más hermoso de nuestros bellísimos duques. Con buena planta bien se liga, me decía en aquellos dolorosos días (hoy emplearía otros conceptos, y vosotros también) al tiempo de lamentarme por ser feo, pobre y pesimista.
ResponderEliminarEn cualquier caso, y pese a todo, la recuerdo con cariño. Gracias a su empeño en que supiéramos distinguir el fuste del capitel, y las estrías vivas de las estrías muertas, quedé una vez muy bien con una morenaza frente a unas ruinas lamentables que había en Mérida. El problema fue que luego me tuve que casar con ella.
Si hay un paraíso para las geógrafas de voz chillona e irritante seguro que anda por allí, esperándonos. Que así sea.
Alfonso el Vago (así me definía ella)
A mí, ya me interesaba el Arte quizá pDor influencia materna (mi madre me ayudó a completar los cuadernos que Dª Julia nos hizo realizar(todos están en mi blog). Realmente, me resultó una asignatura interesante i formativa. Las enseñanzas de Dª Julia aún, a veces, tengo ocasión de transmitírlas a gente más joven. Ello me hacer pensar que, aunque fuese más "geógrafa", también en Historia del Arte fue buena profesora.
ResponderEliminarRafael Gª-Fojeda
Julia era geógrafa nata. Le venía de familia. Su hermano era un gran geógrafo y ella también lo fué. Sus clases de 6º, eran rutinarias. Mis cuadernos se limitaban a pegar láminas con un breve comentario. Ella los hojeaba y firmaba. Añado una faceta más. No llevó a visitar museos. Fuimos al Lázaro Galdeano, que no nos explicó ella, si no otro compañero que vino exprofeso para darnos la visita guiada, y el Sorolla en Iglesia que también explicó otra persona. Mandaba hacer trabajos sobre un cuadro del Prado. Yo lo hice sobre un autorretrato de Durero y me aficioné a ir al Prado (con el carnet del Ramiro entrabas gratis). Finalmente tengo un 7- Como mujer, como bien dice Alfonso, era conocida como la gamba, y nos gustaban sus piernas.
ResponderEliminarYo la recuerdo bien y algo aprendí, desde luego. No puedo decir si hubiese sido más con otro profesor, pero con tanto cuaderno y esforzarme en hacer "copy-pastes" de cosas de arte, se me iban quedando cosas. Hasta ella tenía un perfil griego y unas curvas dóricojónicas atrayentes, que hace que la recuerde con afecto, pese a que mi tipo no eran las pelirrojas.
ResponderEliminarComo anécdota, tengo todavía una enciclopedia alemana antigua de principios del siglo XX nada menos (los ejemplares que quedaron tras un incendio de la IIGM) y descubrí años más tarde con horror que había cometido el sacrilegio de recortar láminas preciosas incluídas en los "cuadernos para Julia". En fin, los cuadernos, preciosos y la enciclopedia, hecha unos zorros.
Pasa con esto como con la historia; te vas aficionando cuando le sacas el sabor tú mismo con los años y el proceso de maduración natural ...
A PROPÓSITO DE JULIA LÓPEZ GÓMEZ
ResponderEliminarhttp://13escultor.blogspot.com.es/2014/10/a-proposito-de-julia-lopez-gomez-por.html